Se destacan por pertenecer a una vieja tradición de estilos. Un viaje al pasado desde la cocina moderna que refleja que Buenos Aires sigue siendo la misma.
La modernidad impregna Buenos Aires sin embargo existen 4 lugares en los que el paso del tiempo no ha logrado modificarlos.
Llevan décadas de existencia, se conversan intactos y utilizan la magia del pasado para revivir en el presente.
Los mismos fueron testigos de una época en la que se refrigeraba con barras de hielo, la leche llegaba en carros a caballo y el puchero era el plato de moda.
A continuación te detallamos los 4 restaurantes de la Ciudad que ofrecen en sus barrios historia, tradición y menú como detalle.
1. El Globo (1908) Ubicado en la casa que la familia Sánchez de Bustamante abandonó tras la fiebre amarilla, le debe su nombre a Jorge Newbery, que sugirió acá un reconocimiento en globo por el Río de la Plata. Es una sucursal de Galicia en Buenos Aires y sinónimo de puchero. La ambientación es clásica de bodegón. Sus paredes guardan los secretos de Borges, la escalera
de mármol y bronce, las puertas cancel y el tabique con vitraux, todos del siglo pasado.
2. Restaurante del Club del Progreso (1852)
El salón principal es un reflejo de la belle époque: boiserie del techo al piso, parqué de roble, arañas de bronce y una chimenea de mármol. El patio interno vale un almuerzo.Allí tuvo lugar el último encuentro de Leandro N. Alem con sus amigos, antes de suicidarse. Conserva la mesa donde lo velaron, los tapices, la galería de retratos de políticos argentinos y un gomero de más de 100 años.
3. El Grill del Hotel Plaza (1909)
Fue el primer lugar público con aire acondicionado, con grandes ventiladores que tiraban aire frente a barras de hielo, y se mantiene casi intacto desde su inauguración. La cocina sigue siendo criolla y francesa, como gustaba a la clase alta porteña de aquellos tiempos. Luciano Pavarotti participo de la confección de la tradicional salsa que el lugar ofrece hasta en la actualidad.
4. Gran Café Tortoni (1858)
Es el más antiguo de todos los bares porteños y un ícono de la ciudad. Tuvo peluquería, un sótano donde cantó Gardel y las primeras mesas en la vereda de la ciudad. Lo más destacado para ver son los vitraux, la barra, las lámparas estilo Tiffany, las esculturas de Perlotti y las vitrinas con vajilla histórica.