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Los custodios eternos del Parque Patricios y el Parque Rivadavia

Se trata de tres vidas que marcan ambos parques. Historias barriales que merecen ser contadas.
La historia de los tres vecinos que jamás dejaran de ser parte del arque Rivadavia y el Parque Patricios parece no ser demasiado conocida. En esta nota te revelamos los detalles de un suceso eterno que condecora ambos barrios.
Una adolescente asesinada en 2014 en Uruguay; un hombre que cuidó del mismísimo espacio verde donde será homenajeado y un niño que trepó durante 11 años el ombú de Parque Rivadavia, son algunas de las 110 vidas que quedarán grabadas en los bancos de la Ciudad.
Historias que transcienden y siguen generando emociones.Por segundo año consecutivo, los vecinos tienen la oportunidad de colocar una placa conmemorativa en los bancos de la Ciudad. Es que la iniciativa, que arrancó en El Rosedal y luego en el Parque Avellaneda el año pasado, fue muy bien recibida por los porteños, que continúan anotándose para inmortalizar a sus seres queridos en el lugar que los vio desarrollarse.
Los espacios elegidos este año son el Parque Rivadavia, donde el pasado jueves 1º de noviembre se habilitaron 69 bancos para rendir homenajes; y el Parque de los Patricios, donde habrá 41, a partir del jueves 8 del mismo mes.
Dos de los parques mas embaticos de la Ciudad de Buenos Aires conmemoraran a sus vecinos que supieron inmortalizarse y marcar la historia de los mismos.
Entre esas historias está la vida de Lola Luna Chomnalez, la chica de 15 años asesinada el 28 de diciembre de 2014 en Barra de Valizas, Uruguay. Su caso, de público conocimiento, sigue impune y su familia aún espera que se haga justicia. Su hermana Flor Chomnalez la recuerda en representación de su familia y amigos con esta frase: "Tu sonrisa es nuestra guía. Tu luz no nos abandona. Hasta subir al cielo y abrazarte”.
Lola nació en Buenos Aires un 4 de noviembre de 1999 donde vivió durante sus 15 años. Quienes la conocían la describen como una joven de marcada personalidad y rodeada de amistades. Una niña que contagiaba alegría y a la que le interesaban las actividades artísticas -especialmente telas-, leer, bailar, salir con sus amigas incondicionales, ayudar a la gente y a los animales. No le gustaba la geografía ni estudiar de memoria. Era determinante, sabía lo que quería ya desde chica y no paraba hasta conseguirlo. Se debatía entre ser psicóloga para ayudar a la gente o estudiar comportamiento animal. En los últimos tiempos ya no comía carne, tenía una alta empatía por el valor de la vida, en cualquiera de sus formas. La historia de Lola es una de las que merece ser contada e inmortalizada.
Martín Mutuverría es el protagonista de otra historia especial: trabajó en el mismo lugar donde será homenajeado, el Parque Rivadavia. "Mi papá cuidaba del parque durante sus horas de trabajo y fuera de ellas, ya que vivíamos a sólo dos cuadras del mismo. Su deseo fue que al morir sus cenizas fueran arrojadas en el parque, y su deseo fue cumplido. Por eso solicito se lo recuerde”, dijo su hija, María Isabel, una de las ganadoras, cuando solicitó su homenaje. Su placa dirá: “Jardinero del Parque Rivadavia de 1937 a 1967. Dedicado y comprometido con su trabajo, su recuerdo estará presente en este ‘SU LUGAR‘”.
La tercer historia es la de Sebastián Grunberg ,un vecino de Caballito que muere a los 11 años de edad, producto de una neurofibromatosis, una enfermedad congénita. Su papá Mario, su mamá Marta y su hermanita Sofi lo homenajearán así: “Trepador del Ombú del Parque, te pensamos en cada mariposa, en cada luna llena. Sofi, Mamá, Papá. loquenotienenombre.com”
"Fueron once años en los que fue feliz trepando al Ombú del Parque Rivadavia, yendo al colegio en la Avenida Rivadavia y Quintino, tomando helado en Franklin y Virasoro y comiendo en La Esquina de Rojas. El porqué algunas vidas son más cortas que otras es un asunto que se nos escapa. La Neurofibromatosis interrumpió de una manera abrupta e inesperada una vida llena de ilusiones, propias y compartidas. Pero preferimos no quedarnos en el relato de la enfermedad y el dolor, y decir que Sebi fue un chico alegre, de risa contagiosa, amigo de sus amigos y constructor de un mundo propio y único", expresó su familia.
Sebi era amante de las estrellas y planetas, de la chocolatada fría, de los libros con personajes y los juegos de mesa. Fue un visitante frecuente del Museo de Ciencias Naturales y de la Asociación de Amigos de la Astronomía, en el Parque Centenario; creía en la naturaleza y en la ciencia, en los microscopios y en el Big Bang. Pero también jugaba al Loto en la agencia de Díaz Vélez e Hidalgo, y volvía soñando despierto con los viajes que iba a hacer cuando ganara. "Fundamentalista de las aceitunas sin carozo, alumno de la seño de inglés de Otamendi y Bogotá, resiliente de mil batallas, él y su magia intacta viven en el alma de todos los que lo amamos", afirmó su familia.