EL OTRO CÁTULO CASTILLO
Se recuerda a Cátulo Castillo como el gran poeta que fue. Pero pocas veces se habla del otro Cátulo; el compositor, el instrumentista, el director de orquesta, el novelista, el dramaturgo, el periodista, el boxeador, el que amaba a los animales.
Cátulo fue un buen hombre. Tan buen hombre que le arrebataba a la intemperie perros y gatos, y los cobijaba en un refugio que había instalado a propósito, y que terminó por convertirse en MAPA. Más aún, aprendió veterinaria y él mismo llegó a sanar y operar a sus animalitos enfermos. “Mi perro Chango”, a medias con Julián Centeya y con melodía de Piana, refleja esa encomiable vocación suya. Cátulo fue un empecinado cultor del amor universal y sospechamos que, además de amar a los animales y, por supuesto, a las personas, también habría amado a los árboles.
También fue boxeador. Un boxeador que llegó a conquistar el torneo argentino. Y fue pianista, violinista y director de orquesta, una orquesta con la que, entre otras cosas, actuó exitosamente, en Europa en 1928 y 1931. Por otra parte, un año después inició su extensa labor docente en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla, que terminó por dirigir. También ejerció el periodismo en “Última Hora”, “El Nacional”, “Cantando”, “Tanguera” y otros medios, y escribió, para el teatro, “Cielo de barrilete” y “El patio de la morocha”. Editó, asimismo, varios libros, como “Buenos Aires tiempo Gardel”, “Prostibulario”, “Danzas argentinas” y una novela inolvidable, “Amalio Reyes, un hombre”, que, en 1969, fue convertida en una película (también inolvidable) con Hugo del Carril como protagonista, junto a Julia Sandoval, Luis Medina Castro, Ubaldo Martínez, Elsa Daniel y Jorge Salcedo.
“El 6 de agosto de 1906 llovía sobre Buenos Aires, cuando a las 17.10 horas se me ocurrió nacer”, recordó alguna vez este Ovidio Cátulo González Castillo, que debió haberse llamado Descanso Dominical González Castillo, por designio de las ideas anarquistas de su padre, y no se llamó así por decisión del Registro Civil. Algo más; era domingo. También nos dejó un domingo. Quizás él mismo lo haya decidido así. Nos contaba Nira Etchenique –antes de irse para siempre- que alguna vez le había dicho Cátulo: “Voy a morirme un 19 de octubre”, no recordamos si había mencionado o no el año. Personalmente, no creemos en tales cosas, pero tampoco creemos que Nira nos haya mentido... Lo cierto es que Cátulo se marchó de la vida el 19 de octubre de 1975. Precisamente.
Felizmente, nos quedan sus tangos, “tangos que –como bien señaló César Tiempo- enriquecieron la poesía” y conforman “un repertorio destinado a perdurar largamente”. En esos tangos, Cátulo Castillo sigue vivo.
Roberto Selles